Confundir empatía con solidaridad emocional

Confundir empatía con solidaridad emocional

Confundir empatía con solidaridad emocional

  • Marcela Thesz

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Extracto del libro Nuestro Útero, capítulo 17. Disponible aquí.

Las mujeres tenemos una capacidad empática innata que viene predeterminada en el cerebro que, en nuestro caso, posee un desarrollo extra de neuronas espejo. A través de ellas es que las mujeres tenemos la capacidad de percibir y comprender el sentir de otra persona.

A veces confundimos empatía con solidaridad emocional. Nos solidarizamos fácilmente en el dolor, en la queja, en la recriminación y el reproche. Podemos, también, solidarizamos ante el disfrute, el placer y la libertad de otras mujeres, pero no nos resulta tan fácil. Pero la verdadera empatía no es solidaridad. Empatía es reconocer el sentir de otra persona, pudiendo comprenderlo.

La empatía femenina en exceso tiene dos vicios:

  • El primero consiste en pretender que todos sean empáticos y, a través de esa pretensión, tener la irreal expectativa de que los otros que adivinen, intuyan o perciban nuestro sentir.

  • El segundo vicio es utilizar la empatía como justificación ante el dar, unívocamente decidiendo lo que la otra persona necesita. En vínculos entre adultos, dar aquello que no fue pedido constituye una invasión a su soberanía y privacidad.

El primer vicio surge de la incapacidad de pedir lo que necesitamos en el momento correcto. El segundo, impide que los otros ejerzan esa misma capacidad en sus propias vidas.


En el taller grabado “Empatía y regulación energética-emocional” profundizamos en este tema, conversamos sobre por qué y cómo somos empáticas las mujeres y aprendemos juntas a regular esta capacidad tanto desde lo emocional como desde lo energético, destacando también la importancia de la autoregulación empática en los trabajos de asistencia y acompañamiento.


De la empatía a la compasión

Podemos aprender a reconocer el sufrimiento, la dificultad del otro sin necesidad de entenderlo en profundidad ni coincidir. Muchas veces respetar, reconocer y validar es más que suficiente… pareciera que eso es no hacer nada, pero en realidad es hacer algo realmente difícil y poco común: simplemente honrar las sensaciones y percepciones únicas de cada persona.